sábado, 4 de febrero de 2017

Dos letras

Benjamín Cuéllar

“Toda persona tiene derecho a la vida…” Así inicia el segundo artículo constitucional en El Salvador; en su siguiente párrafo se garantiza a toda la población su derecho al honor. No hay dónde perderse o, más bien, no debería haberlo. Pero acá, la Carta Magna no alcanza a ser más que un borrador mínimo de aspiraciones y mandamientos que solamente deben respetar quienes menos tienen: las mayorías populares. Los que tienen todo, minoría privilegiada, ¿por qué y para qué? La impunidad imperante permite que la violen sin problema. Que conste, entre esta última categoría también hay gente buena; de “categoría”, entendida esta como seres dignos por ser respetuosos de la dignidad de las demás personas.

¿Por qué iniciar estas líneas citando ese par de preceptos constitucionales? Pues porque este intento de comentario, lo provocó un hecho que ha sido noticia en los medios y que ha generado abundantes reacciones. Un abogado, empleado de la Corte Suprema de Justicia, murió atropellado este viernes 27 de enero. De forma reactiva y temeraria, sin información ni reflexión, el encargado de las comunicaciones presidenciales ‒Eugenio Chicas, alias “Marquitos” durante la guerra‒ se lanzó al ruedo y salió al “quite”: dijo que la víctima era… “indigente”. 


Es entendible que haya dado la cara y hablado, pues el vehículo y el motorista responsable del fatal hecho son parte del stock del Ejecutivo; pero lo hubiera hecho con inteligencia, con prudencia, con decoro y ‒sobre todo‒ con verdad. Además, oficioso señor Chicas, ¿acaso un indigente no es gente? ¡Ay, ay, ay! ¿De qué madera hicieron a quienes han conducido este país desde hace ya más de un cuarto de siglo? Parecen ser la encarnación del “Malamén”, que no es un villano de película; quien ha rezado el padrenuestro, ruega a Dios que nos libre de eso.

A estas alturas, ya se difundió ampliamente la denuncia de la esposa del fallecido. Este, José Rafael Zelaya González de 58 años, salió joven del campo a la ciudad a estudiar y se graduó abogado; fue el único profesional de entre ocho hermanos. También son muchos los comentarios llenos de indignación que ha generado el hecho en su conjunto, desde las sospechas de haber sido manipulada la escena del accidente hasta las citadas declaraciones del vocero oficial de Casa Presidencial. No es necesario repetir, pues, lo que ya se dijo. 

Mejor recordar unas líneas del reciente mensaje del papa Francisco para la quincuagésima jornada mundial de las comunicaciones sociales. El pontífice ‒este que celebra sus cumpleaños comiendo con indigentes‒ llamó a quienes “tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública”, a estar “siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores”. “Es fácil ‒continuó‒ ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio”. ¡Qué oportunas e iluminadoras palabras!


Volviendo a la trágica muerte del licenciado Zelaya González y a las infortunadas declaraciones de Chicas, cabe destacar que este último insinuó además que la culpa era del primero al no haber cruzado la calle por la pasarela. Cometió un “error” fatal y el comunicador presidencial cedió ante la tentación de generar duda sobre cómo ocurrieron los hechos, desconfianza respecto a cualquier otra versión y hasta condena inapelable de la víctima.

Si aseguró que esta era un “indigente”, ¿habrá que creerle a ojos cerrados que había pasarela? Al menos yo, dudaría de estas declaraciones y de otras más. En una ocasión remachó y remachó, sosteniendo que el Gobierno actual ‒del cual es una especie de merolico o palabrero‒ no entregaba sobresueldos a nadie de su burocracia.

¿Quién sabe? Pero, entre líneas, claramente aceptaba que los anteriores sí; eso fue confirmado por la ministra de Salud Pública de la administración de Mauricio Funes ‒el primer presidente de “izquierda” salvadoreño, hoy asilado en Nicaragua acusado de corrupción‒ en una entrevista. ¿Por qué, si tiene información de esa práctica malsana, no promueven una investigación de lo ocurrido desde el 2014 hacia atrás?


Así las cosas, ¿cuántas de sus aseveraciones anteriores sobre ‒por ejemplo‒ los “logros” que se presumen en la onerosa y poco creativa campaña publicitaria “Salvador cumple” estarán reñidas con lo que el obispo de Roma predica? “Marquitos” no es indigente, pero está cerca de serlo. Apenas dos letras lo separan. Actuó y se mostró, al menos en este caso, como un indecente. Por eso, la familia de la víctima no lo disculpó. Pobre…







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