lunes, 27 de marzo de 2017

“Tuberculosis política”

Benjamín Cuéllar 

Hoy que toda la gente en El Salvador ‒bueno, casi toda– se asume “romerista”, tras conmemorar el 37 aniversario del martirio de quien fuera el cuarto arzobispo de San Salvador y luego de que se esparciera el rumor políticamente interesado sobre su canonización, vale la pena echarle una mirada a la situación del país desde su magisterio inspirado en su lema arzobispal: “Sentir con la iglesia”. 

El beato Romero no entregó su sangre para que, casi cuatro décadas después, en el país que amó mataran a balazos a una niña de siete años nacida estadounidense ‒quien quedó tendida con su uniforme escolar‒ y a su hermana de 21; esos terribles crímenes ocurrieron dos días antes del recién pasado 24 de marzo.

Dicha fecha es motivo de “orgullo” para este y el anterior Gobierno, pues en diciembre del 2010 la ONU la dedicó a la dignidad de las víctimas que acá ‒tras las graves violaciones de sus derechos humanos‒ les siguen negando verdad, justicia y reparación integral en una realidad que, además, siguió produciendo más y más víctimas ya sin guerra.

Este buen pastor tampoco fue inmolado para que la semana pasada, después de conmemorarse su magnicidio el viernes 24, asesinaran otras dos mujeres el sábado 25: abuela y nieta de 50 y 19 años. Se maneja que fue un ritual “marero” de iniciación. Hubo más ejecutadas durante el mes donde se celebra el día dedicado a ellas: el 8 de marzo. 

En ese marco, Salvador Sánchez Cerén anunció que pediría al Papa Francisco venir al país el próximo agosto, pues un “escenario de canonización generaría una nueva situación en el país”; también pidió al pueblo salvadoreño, precisamente ese sábado, unirse en oración para que ocurriera dicha canonización. ¿Cuál es el sentido de esas dos solicitudes presidenciales? Político, obviamente. Mientras se matan policías, soldados, integrantes y no integrantes de maras ‒todas víctimas fatales de entre las mayorías populares– bien dice el jesuita Rodolfo Cardenal: no “se puede desear con verdad” la canonización del beato. 

Este lamentó, el 30 de abril de 1978, el asesinato de dos policías. “Ante el atropello y la violencia ‒sostuvo‒ jamás he parcializado mi voz. Me he puesto con compasión de Cristo al lado del muerto, de la víctima, del que sufre (…) He dicho que dos policías que mueren, son dos víctimas más de la injusticia de nuestro sistema que (…), entre sus crímenes más grandes, logra confrontar a nuestros pobres (…) Policías y obreros o campesinos pertenecen todos a la clase pobre. La maldad del sistema en lograr el enfrentamiento de pobre contra pobre. Dos policías muertos son dos pobres que han sido víctimas de otros tal vez pobres también (…)”.

La muerte del beato Romero tampoco ocurrió para que alguien lo proclamara su “guía espiritual” y terminara más bien necesitando urgido un piloto de avión para huir a Nicaragua, donde desde hace meses se esconde por estar siendo investigado como cualquier otro delincuente común; solo que este, parece, de “altos vuelos ”. 

Cada 24 de marzo, también, se celebra el “Día mundial de lucha contra la tuberculosis” pues en esa fecha ‒en 1882‒ Roberto Koch descubrió la bacteria causante de esa enfermedad infecciosa que se transmite a través del aire, forma nódulos en los tejidos afectados y puede dañar otros órganos del cuerpo; sobre todo, los pulmones.

Los pulmones de El Salvador respiran olor a muerte, su tierra está anegada por la sangre que sale a montones por su boca que ‒cuando la abre violentamente para toser secamente‒ expulsa a su gente; el país está invadido por una febril desesperanza que anida entre sus mayorías populares… Todo por la “tuberculosis política” de su conducción, no importa la “pandilla” que sea, a lo largo de los últimos años.

“La Iglesia ‒les diría hoy el beato, como lo dijo el 24 de julio de 1977‒ no puede callar ante esas injusticias del orden económico, del orden político, del orden social. Si callara, la Iglesia sería cómplice con el que se margina y duerme un conformismo enfermizo, pecaminoso, o con el que se aprovecha de ese adormecimiento del pueblo para abusar y acaparar económicamente, políticamente, y marginar una inmensa mayoría del pueblo. Esta es la voz de la Iglesia, hermanos (…) Y se trata de cosas sustanciales, no de cosas de poca importancia. Es cuestión de vida o muerte para el reino de Dios en esta tierra”.

PD: De acuerdo con Rodolfo Cardenal. ¡Descuelguen el retrato del pastor mártir de Casa Presidencial! ¡Abajo las hipocresías!


lunes, 13 de marzo de 2017

Día de la mujer

Benjamín Cuéllar

“Sin mujer, la vida es un insoportable mercado del absurdo”, afirmó Luis Eduardo Aute. Compraventa ‒sería entonces‒ de lo disonante e inútil, según Cicerón. Tiene toda la razón, como también la tuvo cuando contó que las “tertulias de hombres” no le gustaban. Eso sí, afirmó, “en cuanto veo a tres mujeres juntas en mi casa, estoy como una más entre ellas escuchando y viendo cómo piensan. Me parece un mundo más atractivo, más rico, mucho más imaginativo y real, al mismo tiempo. El ser femenino tiene puestos los pies en la tierra y, a su vez, arriesga más”.

La semana que murió Eduardo Galeano, otro genio, colocaron en los estantes de las librerías su obra “Mujeres”. No era la última; quedó pendiente de ser publicada otra. Pero en esta, inspirado ‒como era su estado normal‒ escribió Galeano: “A la mujer que piensa se le secan los ovarios. Nace la mujer para producir leche y lágrimas, no ideas; y no para vivir la vida sino para espiarla desde las ventanas a medio cerrar. Mil veces se lo han explicado y Alfonsina Storni nunca lo creyó. Sus versos más difundidos protestan contra el macho enjaulador”. 

Y del “Gabo”, otro “as” en este póquer, ¿qué pasó con “el dulce sabor de una mujer exquisita”?

“Si aún no ha pasado el bisturí por tu piel, si no tienes implantes de silicona en alguna parte de tu cuerpo, si los gorditos no te generan trauma, si nunca has sufrido de anorexia, si tu estatura no afecta tu desarrollo personal (…) Estás en vía de extinción... ¡Bienvenida! Una mujer exquisita no es aquella que más hombres tiene a sus pies, sino aquella que tiene uno solo que la hace realmente feliz. Una mujer hermosa no es la más joven, ni la más flaca, ni la que tiene el cutis más terso o el cabello más llamativo; es aquella que con tan solo una franca y abierta sonrisa y un buen consejo, puede alegrarte la vida.”

Falta uno. El gran Benedetti y su lapidario, militante, “No te salves”. ¿Qué sentido tuvo para quienes lo creyeron y siguieron, cual catecismo de amor revolucionario, durante aquellos años? Él le decía a ella o ella le decía a él ‒a final de cuentas siempre había una mujer en la relación‒
que no se quedara “inmóvil al borde del camino”, que no congelara “el júbilo” y que no quisiera “con desgana”. Pedía no salvarse “ahora ni nunca”, no llenarse “de calma”, no reservar “del mundo solo un rincón tranquilo”, no dejar “caer los párpados pesados como juicios”, no quedarse “sin labios” ni dormirse “sin sueño”, no pensarse “sin sangre”, no juzgarse “sin tiempo”.  



Y si “pese a todo” no podía evitarse congelar “el júbilo”, querer con “desgana”, salvarse “ahora”, llenarse “de calma” y reservar del mundo “solo un rincón tranquilo”, dejar “caer los párpados pesados como juicios”, secarse “sin labios” 
y dormirse “sin sueño”… Entonces, si se pensaba “sin sangre” y se juzgaba “sin tiempo”, si permanecía “inmóvil al borde del camino”… Si se salvaba, entonces, que mejor no se quedara... 


Mujeres, mujeres, mujeres… Están las “autistas” que “arriesgan”, las “galeanas” que “protestan”, las “gabas” que “exquisitean” y las “marianas” que sí o no se “salvan”. No sé qué diría hoy este último, segundo uruguayo entre estas cuatro “cartas marcadas”. ¿Habría repensado y adecuado la letra de tan hermoso y ardiente poema, a una realidad como la salvadoreña actual?

Porque en este pequeño país, se “salvaron” unas cuantas que dicen seguir siendo de “izquierda revolucionaria” y permanecen ‒cual despojos de un pasado luchador‒ en su curul legislativo discurseando cómodas, con seguro de vida y con vida segura… 

Esas se acuerdan de sus congéneres féminas, solo para las elecciones. Fuera de ese “tiempo de amor” interesado, se olvidan de las mujeres en las maquilas donde no se respetan las reglas del juego laborales; de las que trabajan mal remuneradas en casa ajena y “sin respeto al horario ni a las costumbres”, sin seguridad social decorosa; de las jefas de familias monoparentales; de las que al abortar o aún sin abortar, se inmolan o inmolan su libertad; de las “relegadas” en todo o casi todo…


El día de la mujer no es para todas las salvadoreñas. Aún es solo para unas pocas. Para el resto sigue siendo noche, pero habrá que amanecer…