martes, 15 de diciembre de 2015

Resultados, no “paja”

Benjamín Cuéllar
10 de diciembre de 2015

El día de los santos inocentes se adelantó en El Salvador. Donde se celebra en el mundo, la fecha en que se celebra es el 28 de diciembre. Ni antes ni después. Pero acá, según parece, comenzó a conmemorarse por adelantado. Y sus pregoneros son dos exguerrilleros a los que alguna gente, antes, no dejaba de tenerles cierto respeto. Pero ahora que se han dedicado cual “palabreros” a “encantar serpientes”, ya no; podrán provocar cualquier otra cosa –risa, lástima o rechazo, quizás– menos respeto. Eso no es algo que se saca de la manga. Es, más bien, la evidente conclusión a la que se llega luego de leer la cantidad de comentarios que en los medios se hacen a las declaraciones de Benito Lara y Eugenio Chicas, cuando ambos presumen “grandes logros” oficiales en materia de seguridad ciudadana. 

No faltará quien diga: “Calladitos se ven más bonitos”. Pero en este caso, ni eso. “No aplica”, como suelen advertir. Artificios discursivos mal montados, son los que estos dos “altos” funcionarios pretenden que la gente les compre así nomás y sin chistar; lo que antes criticaba ambos con razón y con pasión, hoy lo intentan justificar haciendo un chocante “papelón”.  Y es que realmente ofende que le digan a una población mayoritaria, abatida por la muerte violenta y las extorsiones, que dentro de poco El Salvador volverá a ser un país “tranquilo” y “seguro”. Bueno, cabe preguntar, ¿y cuándo lo fue? ¿Será que están de acuerdo con aquellas mentes que “nostalgian”, así dice Benedetti, los tiempos dictatoriales del general Maximiliano Hernández Martínez?  

De igual forma es poco serio asegurar, sin moderación alguna, que este año es cuando más se ha golpeado al crimen organizado. ¡Por favor! Si es cierto, ¿dónde están los indicadores para medir objetivamente eso y cuáles son los resultados para hacer una evaluación seria al respecto? Si no se respalda con información seria y confiable, lo que están haciendo es lo que hicieron los otros gobiernos durante todos los años transcurridos –casi veinticuatro– después de la guerra: hablar pura y dura “paja”. Y eso, hay que decirlo con todas sus letras como el gran Discépolo en su memorable tango “Cambalache”, es una falta de respeto y un atropello a la razón. Tal vez más que eso: es una burla descarada, un absoluto agravio a quienes sufren a diario el azote de la delincuencia y la inseguridad que la misma produce.     

Pero, ¡aleluya!, hay que creer con fe ciega lo que dicen allá en las alturas y no fijarse cuánto se incrementaron las víctimas asesinadas a lo largo de este 2015 en plena agonía; hay que hacerse de la vista gorda ante las ejecuciones que producen los sicarios de un lado y del otro; hay que asumir como parte del presupuesto individual, familiar y empresarial, el pago de todas las “rentas”… En fin, hay que tener fe y pensar que lo expresado por el ministro Lara y por Chicas –vocero presidencial– son los buenos deseos o los propósitos del actual Gobierno para los próximos doce meses.


Pero podrían hacer algo más que soñar despiertos o pretender tapar el sol con un dedo. Podrían, por ejemplo, dejar de repetir lo que es una de las herencias que esta administración del Órgano Ejecutivo recibió y mantiene de las anteriores. “Los padres son responsables de lo que sus hijos ven”, continúa advirtiendo el Ministerio de Gobernación antes de iniciar un programa de lo que sea en los canales de televisión “abierta”. En lugar de eso, deberían procurar que se deje de exhibir –película tras película– lo que por la de “cable” se mira y escucha en el llamado “Cinema dinamita”: sexo explícito, narcotraficantes convertidos en “íconos” y balaceras, una tras otra a diestra y siniestra con el reguero de cadáveres por todos lados. También se ve en otros canales, pero este es el que se lleva el primer sitio.

¿Cómo echarle oficialmente la responsabilidad de que niños, niñas y adolescentes vean semejantes “espectáculos”, a sus padres y madres que andan trabajando o buscando trabajo, que se fueron del país a “rebuscarse” allá en “el norte” o que partieron de este mundo, víctimas de la muerte lenta o de la muerte violenta? Eso es culpar a quienes dejan a sus hijos e hijas encerrados entre cuatro paredes, para evitar que algo malo les ocurra fuera.

Desde hace ratos deberían haber visto qué hacer, desde el Gobierno, para adecentar los malsanos contenidos televisivos o de plano erradicarlos. Si “patalean” quienes se lucran con estos negocios, llamen a sumar fuerzas a las voces que ahora se llenan la boca pronunciándose contra la corrupción; que no sean “sepulcros blanqueados” y que se lancen con igual ímpetu, junto a las autoridades estatales, en la lucha por evitar que se sigan corrompiendo las mentes y las almas de niñas, niños y adolescentes.

Esto es solo un ejemplo de algo práctico que se tendría que hacer con urgencia y contundencia. También habría que tener el valor necesario para enfrentar otro grave problema: el de las cientos de miles de armas de fuego que hay diseminadas por todo el país, sabiendo que la mayor parte de los asesinatos se cometen precisamente con esos instrumentos de muerte. ¿Por qué no empiezan por retirar las que son portadas ilegalmente y se impone una veda a la venta de otras más?

Hay mucho por hacer y el tiempo se le va acortando al Gobierno del “buen vivir”. Ya está por culminar una tercera parte de su período. Bueno, eso si no hubiesen elecciones en el horizonte. Pero las hay y seguidas, en el 2018 y el 2019, con sus consiguientes campañas  inmensamente caras, rebosantes de demagogia y adelantadísimas. Siendo “bien pensados”, en ese escenario y en “tiempo real”, quizás solo resta el 2016 para hacer algo en serio. Así que, para  comenzar a salir de este “mal morir” en el que se debate tanta gente, no queda otra que exigir más resultados y menos “paja”. No solo al Ejecutivo. ¡A todo el aparato estatal!


Si no, aténganse a las consecuencias. Bien dice Lanssiers que “quien vive de la esperanza, muere en ayunas, y los Padres de la Patria tendrían que percatarse de lo obvio: cuando el pueblo pierde la ilusión de poder cambiar las cosas a largo plazo, tiene la tentación de cambiarlas de inmediato”.   

Vamos patria a caminar

Benjamín Cuéllar
03 de diciembre de 2015
                                                            
El pasado lunes 30 de noviembre se presentó en la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA) una revista. Realmente interesante, sí; hay que decirlo de entrada. Tanto por su contenido como por algo que no suele suceder tan frecuentemente: el público presente en el auditorio era bastante  nutrido. No estaba lleno a reventar el sitio, pero la asistencia había llegado por su gusto y no por obligación. Buen punto a favor del Centro de Asuntos Estudiantiles, que es la unidad de la UCA que la produce. “La letra capciosa” se llama. Acertadamente bautizada por quienes le dieron vida, los textos incluidos en el número presentado en esta ocasión –el octavo– giraron alrededor de lo que desde siempre es en El Salvador –a veces más, a veces menos y por las razones que sean– el “pan amargo de cada día”: la violencia. 

Al hablar sobre la misma, entre tantas cosas se aborda su prevención. Y salen personas expertas de todos lados: de organizaciones intergubernamentales y entidades de distintos países que no tienen nada que ver con los gobiernos, aunque las provean de fondos; de los mismos gobiernos; de grupos de la llamada “sociedad civil”, en medio de una sociedad incivilizada; de las iglesias y las universidades… En fin, de todos lados.

Y recomiendan, asesoran, advierten, critican, predican, investigan… Prevención de la violencia –se lanzan a definir– es la obligación estatal de garantizar vidas y seguridad de las personas, al dotarlas de los recursos básicos requeridos que les permitan el disfrute de un desarrollo humano digno. Prevenir la violencia –precisan– exige políticas públicas integrales –coordinadas, no sectoriales– que con enfoques de derechos, género y equidad, ataquen con todo a los factores estructurales que la originan y a sus consecuencias inmediatas que deterioran día a día la calidad de vida de la población.


Para avanzar en este ámbito –aterrizan las iluminadas mentes– es necesario garantizar en la sociedad seguridad cierta y efectiva, pronta y cumplida justicia, recuperación y creación de espacios públicos comunitarios y municipales, que las armas solo estén en manos autorizadas por ley… Según los sesudos análisis, habría que establecer las prioridades por sectores de población y zonas geográficas. Son indispensables los mejores recursos humanos y materiales, dicen; también la participación de la familia, la comunidad, la escuela, la empresa privada y demás. Y hablan de valores, transformación de conflictos, cultura, deporte, recreación…

“Arte, belleza, poesía… Extrañas palabras, ¿serán un conjuro?”. Esto que canta Aute, bien puede aplicarse a todo lo anterior. Porque conjuro es –por definición– la “fórmula mágica que se dice, recita o escribe para conseguir algo que se desea”; también es “ruego encarecido”. Y es que acá en este país se desea, mucha gente y con mucha urgencia, que la violencia se reduzca a su más mínima expresión y que se den las condiciones para su permanente prevención. Tratados, estudios, propuestas, buenas intenciones y “ruegos encarecidos” al Creador, no faltan. Pero –siguiendo con Aute– “hoy cualquier cerdo es capaz de quemar el Edén por cobrar un seguro”. Cobrar el seguro pesa más que hacer realidad el conjuro. 


Pero hay salida para ponerle paro a los eternos pleitos partidistas que han achicharrado, hasta ahora, el “paraíso”; ese que prometieron y se comprometieron a construir cuando firmaron, hace casi ya veinticuatro años, el Acuerdo de Chapultepec. “Alcanzamos la paz”, decían entonces. Claro que sí, pero solo para ese par de ejércitos que pasaron a ser –con la conversión política de la antigua insurgencia– dos aplanadoras electoreras que viven en pleito permanente por conseguir votos y más votos.

No habrá nunca salida de este infierno de exclusión política, económica y social –quemante con su altísima temperatura de inseguridad, violencia y mortandad mientras sean solo cuarenta o cincuenta personas protestando contra la corrupción fuera del Centro Judicial “Isidro Menéndez”, mientras se espera la decisión del juez en el caso del expresidente Francisco Flores. No habrá nunca salida de este averno, mientras no haya una tan sola persona en la Asamblea Legislativa reclamando la elección –por fin– de la mejor persona para ocupar la titularidad en la Fiscalía General de la República.


No habrá salida mientras la gente siga creyendo que las cosas se arreglarán, con miles y miles de “no me gusta” la realidad nacional  en las “redes sociales”. Así solo se enredan e inmovilizan las necesarias luchas sociales, quedando las demandas sentidas de la población entre la politiquería barata en provecho de quienes se lucran de la misma. ¿Socialismo? ¿Capitalismo? Esos dos “conceptos” añejos y trasnochados quedaron atrás. Hoy, la bandera que enarbolan es la del “cinismo”. Por eso, ser revolucionario ahora es sinónimo de ser decente, de hacer el bien y de luchar por la justicia integral; ser contrarrevolucionario ahora es ser indecente, hacer maldades y asegurar su impunidad.

El 18 de febrero de 1979, en tiempos terribles como los actuales, el beato Romero –tan necesario hoy, dentro y fuera del clero– proclamaba esperanza. “Muchas veces –afirmó entonces desde su púlpito en su catedral– me lo han preguntado […]: ¿Qué podemos hacer? ¿No hay salida para la situación de El Salvador? Y yo, lleno de esperanza y de fe, no solo una fe divina sino una fe humana, creyendo también en los hombres, digo: sí hay salida; pero, ¡que no se cierren esas salidas! ¿Cuáles son esas salidas? […] Ustedes, los cristianos políticos; ustedes, los que tienen capitales y son cristianos; ustedes: los sociólogos, los técnicos, los profesionales… Ustedes tienen la llave de la solución. […] La Iglesia les da lo que no pueden tener ustedes: la esperanza, el optimismo para luchar, la alegría de saber que hay solución, de que Dios es nuestro Padre y nos va impulsado”.

“Porque así como para curar al paralítico –continuó predicando el obispo mártir– necesitó hombres que lo subieran al techo y lo pusieran frente a Cristo, también Cristo y Dios podrán hacer, ellos solos, la salvación de nuestro pueblo. Pero quieren, también, tener camilleros; hombres que le ayuden a llevar a este paralítico que aquí se llama la república, la sociedad, para que lo pongamos con manos de hombre, con soluciones de hombre, con pensamientos de hombre, frente a Cristo que es el único que puede decir: ‘He visto tu fe, levántate y camina’. Y yo creo que, nuestro pueblo, ¡se levantará y caminará!”.

Sí, monseñor, caminará cuando pase de la indignación individual y casera en Internet, a la acción general y certera en las calles. Ya lo anunció el gran poeta chapín, Otto René Castillo, “vamos patria a caminar, yo te acompaño”.
                                                                                     


martes, 1 de diciembre de 2015

El Salvador, de nuevo reprobado

Benjamín Cuéllar

En este “paisito” lo que sobran son situaciones inadmisibles y hechos concretos que no violan derechos humanos; más bien, los devastan. Para denunciar o solo comentar eso, no habría que escribir una vez a la semana; habría que hacerlo los siete días y no bastarían. Hubo quien dijo hace poco: “¡Ahí está el tema semanal para la YSUCA!”, refiriéndose al sonado caso del  “descuartizador”, Rodrigo Chávez Palacios, quien recientemente recobró su libertad en medio de –todo apunta a ello– una terrorífica y descarada “leguleyada” o una descabellada “locura” judicial en un sistema de justicia desquiciado por la corrupción, la ineficacia y la impunidad. ¿Cómo un criminal confeso puede andar entre la gente sin más, tras haber hecho lo que hizo hace quince meses?


Matar a un ser humano y luego cercenar su cuerpo para distribuir sus pedazos a diestra y siniestra en la ciudad capital, no es ningún simple homicidio como lo planteó la acusación fiscal. Pero bueno, así son las cosas en un El Salvador donde la indignación individual o casera no se transforma –de una vez por todas– en una digna acción colectiva contundente en aras de cambiar de tajo semejante estado de caos, no de cosas. Mientras, hay mujeres humildes condenadas a treinta o cuarenta años de cárcel por supuestos “delitos” satanizados por “gente bien”, que implacablemente las señalan con su dedo flamígero como las peores asesinas del universo acusándolas de haber abortado. Los sepulcros blanqueados, en estos escenarios, se quedan “pachitos”. 


Entre los temas recientes que podrían merecer atención en este modesto espacio de humilde opinión, está el de más de un medio centenar de víctimas mortales contabilizadas el pasado jueves 19 de noviembre en el territorio nacional. También lo acontecido en París un día después, en el marco de un mundo barbarizado por los intereses de dominación económica y política por parte de potencias del todo impotentes para sembrar y cosechar la paz, en cuyo nombre pasan perennemente haciendo la guerra. Hay más de qué hablar, como lo que ocurre en las calles de la vecina ciudad de Santa Tecla: la violencia que enfrenta la venta informal con el Gobierno municipal, con hondas raíces estructurales.

Pero no. De lo anterior, hay muchas y mejores plumas que ya consignaron y siguen consignando esos sucesos. De igual forma, atacando y defendiendo posturas encontradas por ser partidistas y electoreras, algo se ha dicho sobre un asunto crucial para un decoroso desarrollo nacional: los resultados de la última “Prueba de aprendizaje y aptitudes para egresados de Educación Media”. La “traída”, “llevada” y muy manoseada “PAES”. 


En medio de un promedio nacional de 5.3 sobre diez, el ente laureado como el mejor fue el “Colegio Español Padre Arrupe” con una calificación general de 8.61. Felicitaciones dobles porque su éxito es prueba palpable y a la vez denuncia inobjetable del fracaso de un sistema educativo salvadoreño que termina incorporando, al nivel de estudios superiores, un estudiantado entre mediocre –en el mejor de los casos– o del todo mal preparado en realidad. No es un fracaso individual; es una grave crisis institucional no etiquetada ni como de “izquierda” ni como de “derecha”. Es fruto de la torpeza de dos proyectos partidistas, hay que insistir, que como el avestruz entierran la cabeza ante las críticas en su contra y sacan las garras afiladas para criticar a su “enemigo”.

Es así. No hay “vuelta de hoja”. Pero hay casos dignos de considerar. Está el de un joven inteligente, creativo y prometedor, al que su madre valiosa y valiente crió sola. Sola, léase, sin el progenitor; pero –eso sí– acompañada de una dignidad única, ética y hasta a veces defensiva a morir, educando y formando a su vástago con un enfoque de derechos humanos sin importar privaciones económicas y otro sinfín de dificultades nada sencillas. Se acaban de graduar él y ella. Él como bachiller. Ella, como mujer exitosa al ser parte esencial de ese importante logro académico al que le aportó lágrimas y sacrificio; igual del que también cosechó alegrías y orgullos como –por ejemplo– la calificación de su hijo: 8.5 en la PAES. Casi, por poca diferencia, la nota promedio del “Colegio Español Padre Arrupe”.

Al ver el cuadro de la educación nacional, hay que recordar lo dicho por un “gurú” de la coherencia –Hubert Lanssiers– al preguntarle qué esperaba de su alumnado en “La Recoleta”. “Encuentro triste –lamentó este cura belga fallecido en Perú hará casi una década– que solo se enseñe el resultado de las ciencias y no su historia: este fascinante viaje entre las hipótesis adoptadas y descartadas, entre las intuiciones y los instrumentos de medida que las confirman o las desmientes; […] este recorrido alucinante que nos lleva de Demócrito hasta Einstein; estos millones de experiencias detestivescas que sirvieron para desenmascarar un virus; esta concatenación, en el tiempo y en el espacio, de conocimientos elaborados por una multitud de cerebros hermanados que rescatan lo que queda, en el [ser humano],  de grandeza y dignidad. Actualmente, un alumno de primer año de ingeniería sabe más de física que Leonardo da Vinci o Pascal; pero, ¿sabrá pensar como ellos?”. Se cierran comillas. 



Pues bien, al promisorio y querido estudiante salvadoreño capaz de sacar 8.5 de nota “PAES” en medio de un 5.3 en “aprendizaje y aptitudes”, junto a un menos cero en seguridad para la comunidad educativa, no queda más que felicitarlo encarecidamente. A un Estado gobernado, Gobierno tras Gobierno con proyectos descalabrados y reprobados, no queda más que evidenciarlo y –más aún– condenarlo por condenar a la mala educación y la intolerable desesperación a la niñez, la adolescencia y las juventudes. Y así seguirá, elección tras elección, de no hacer lo debido: organización social de la indignación, encaminada a la acción firme contra los males que laceran la dignidad de las mayorías populares en este sufrido país. Si no, habrá que abrazarse a cualquier religión y encomendarse a su deidad para que nos cuide con un espíritu lleno de justicia, libertad y dignidad.