Benjamín Cuéllar
Nació en 1952 e ingresó a las Fuerzas Populares de
Liberación, las FPL, en 1972; su nombre
de guerra: “Milton Méndez”. Este es el primer personaje. El seudónimo del
segundo es “Guillermo Rodríguez”, quien vino al mundo en 1961. Originarios de
los departamentos de San Miguel y La Unión, respectivamente, en 1980 fueron
fundadores del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional; de aquel
FMLN histórico y añorado. Dejaron atrás su pasado guerrillero en 1992 cuando, tras
lo pactado con el hasta entonces archienemigo, entregaron sus armas rebeldes que
empuñaron durante los años que luchaban por la justicia y la revolución.
En realidad, no las entregaron todas; se quedaron
con algunas y no fueron pocas. Solo en cinco casas de seguridad ubicadas en
Managua, luego de una explosión accidental ocurrida el 23 de mayo de 1993, se
descubrió como por “arte de magia” el siguiente “guardadito”: 1,240 fusiles y
2,025 kilogramos de explosivos; 1,406,300 balas; 1,300 granadas de mortero y
3,970 granadas diversas; 350 cohetes “law” y 35,700 detonadores; 42
ametralladoras y 19 misiles “tierra-aire”. En su “mayor parte”, según Boutros
Boutros-Ghali –secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
en esa época– dicho arsenal estaba “en buenas condiciones”.
El 11de junio de 1993, “Leonel González” –jefe
máximo de aquella tremenda y hoy extinta agrupación guerrillera, por tanto
también de “Milton” y “Memito”– respondió lo siguiente: “La verdadera razón por
la que no inventariamos ni destruimos todas nuestras armas fue sencillamente
por la profunda desconfianza que tenemos en la fuerza armada. Ello nos obligó a
esconder una última carta de negociación para garantizar el cabal cumplimiento
de todos los acuerdos. Como usted sabe, los retrasos e incumplimientos de los
compromisos gubernamentales, […] incrementaron notablemente nuestra
desconfianza”.
Alfredo Cristiani, presidente de la República y
comandante general de una Fuerza Armada que además de generar recelos debía ser
depurada, puso el “grito en el cielo”. El mismo 11 de junio de 1993 le escribió
a Boutros-Ghali, acusando al FMLN de violar de forma consciente su compromiso
de entregar todos los pertrechos de guerra que poseía, dentro y fuera del país.
Para Cristiani, la “conducta” de la contraparte de su Gobierno –además de
violar compromisos adquiridos– era “sumamente grave” y podía “afectar la
credibilidad de todo el proceso de pacificación”.
Así las cosas, hoy resulta que ese tan afamado y
mundialmente aplaudido proceso ha sido conducido –a lo largo de sus casi
veinticinco años de duración‒ por una pareja de partidos mañosos, eternamente
desconfiando el uno del otro y queriendo presentarse, uno y otro, elección tras
elección, como la mejor opción para salvar a El Salvador.
Por cierto, el nombre real de “Leonel González”
‒Salvador Sánchez Cerén– es bastante más conocido que los sus subordinados pasados
y presentes. “Milton Méndez”, en verdad se llama Medardo González Trejo;
“Guillermo Rodríguez” o “Memito” fue asentado en su partida de nacimiento como
Óscar Samuel Ortiz Ascencio. Este trío ahora sí está del todo “a pecho
descubierto” ante su rival. Las armas de fuego las entregaron el 16 de enero de
1992 o se las hallaron ocultas en los
“tatús” de Managua, el 23 de mayo de 1993.
Pero también entregaron otras armas, quizás las más
valiosas, sin acuerdo de por medio: las de los ideales y las ideas. Ya no
tienen más que entregar. ¿O sí? Por eso, ahora dos de ellos despachan desde
Casa Presidencial y el tercero tiene una curul en la Asamblea Legislativa que,
desde el recién pasado miércoles 13 de julio, deberá ocupar a… fuerza del
cumplimiento de lo ordenado por la Sala de lo Constitucional. A menos que, como
en sus años mozos, convoque a otra huelga; ya no estudiantil, sino parlamentaria.
Como sea –en esos espacios– cada quien con su cada cual chilla o se lamenta defendiendo
una amnistía infame, ahora caída en la lucha siempre librada por las víctimas
de las atrocidades.
¡Peligra la democracia! ¡Se abrirán viejas heridas¡ ¡Renacerán acusaciones sepultadas en
1992! ¡Dinamitarán los pequeños puentes tendidos! ¡Volverán el caos y la
confrontación! ¡Hay que darle un “sacudón” a esa Sala “revanchista” y “golpista”!
Hoy ya no hay por qué desconfiar de “su” Fuerza Armada que ni irrespeta
derechos humanos de jóvenes a quienes acusan de ser “delincuentes terroristas”
sin serlo, ni sus altos jefes venidos a más en el servicio exterior trafican
armas de muerte. Por eso andan maniobrando, apurados para que mediante una
nueva y deshonrosa legislación mantengan viva su “amorosa reconciliación”.
“Leonel”, “Milton” y “Memito” cayeron
en la lucha electorera, emboscados bajo una lluvia de bombas doradas y en medio
de las peligrosas urnas donde decidieron combatir para ganar votos. Pero les
sobreviven Salvador Sánchez Cerén, Medardo González Trejo y Óscar Samuel Ortiz
Ascencio cuyo único riesgo actual es el de pasar a la historia –a diferencia de
Apolinario “Polín” Serrano, “Juancito” Chacón y Patricia “Ticha” Puertas, este
sí trío grande y heroico– simplemente como “compañeros” caídos en la ducha del
lugar donde habitan y disfrutan su “buen vivir”.
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