Benjamín Cuéllar
24 de diciembre de 2012
Son la suma de las que celebra la gente que allá afuera
añora su país; un país donde sufrió tanto antes, durante y después de la
guerra, al punto de dejarlo atrás para evocarlo siempre consumiendo “productos
nostálgicos” y brindando de fecha en fecha ‒sobre todo en estas‒ escuchando eternamente músicas, letras y
conversaciones que giran y giran alrededor de lo mismo. También son la suma de
las que cada 24 de diciembre deben pasar aquellas familias que, aún ahora,
siguen buscando a sus víctimas desaparecidas antes y durante la guerra. Y de
las “nochebuenas” de quienes también buscan hijos, hijas, padres y madres que
desaparecieron intentando salir de El Salvador, luego de que este se
convirtiera en el “ejemplo mundial” en cuanto a terminar una terrible guerra e ingresar
a la lista de los países “políticamente correctos”, cuando hablan de democracia
los menos democráticos del mundo.
Las navidades guanacas son las que se celebran a todo dar
donde todo se tiene, a como dé lugar donde el dinero apenas alcanza y a como
sea donde de plano no hay dinero. Así se celebra el nacimiento del niño Jesús
entre estos niveles de hogares que son ‒así, sin más‒ los tres rostros de una
sociedad desigual y excluyente, violenta y sangrienta. Eso, a pesar de los
pesares. Porque pesa mucho y pesará que este pueblo haya sido ofendido,
histórica y mayoritariamente en lo económico, en lo social y en lo político, sin
más razón egoísta que el interés particular de grupos minoritarios,
privilegiados e indecentes; indecentes y hasta obscenos en lo relativo a ver
morir lenta y violentamente, sin inmutarse, a tanta gente.
Mientras, muchas de las personas que deberían estar
reclamando y luchando porque las cosas cambien de verdad y no solo como promesa
de campaña, mejor se dedican a cantar “feliz nabiyad, próspero año y felicidad”
sin darse cuenta del conflicto que ya existe dentro de su partido y
esperanzadas en que un “cuadro” ‒joven y millonario‒ lo salve en las próximas
elecciones. Tan es así que la “troika” no asoma ni la frente para definir
posición ante los berrinches edilicios, pues no es tan fácil hacer futuras
cuentas alegres en medio del chantaje.
Y otra gente le sigue creyendo a quienes hoy se dan “baños
de pureza” cuando antes mataban, desaparecían y torturaban a todo aquel que pidiera
un poco de democracia. Esos que no cambian, ahora quieren aparecer como
“figuritas en pesebre” y mantener “velado” su pasado ante la opinión pública ‒dentro
y fuera del país‒ pidiendo la transparencia que nunca fue parte de su ideario y
menos de su quehacer gubernamental habitual.
Para colmo, un par de prominentes figuras de estos dos
aparatos partidistas se exhiben en público, impúdicos y patanes, por las
triviales pifias durante el cierre del último “miss universo”. Ese es el espectacular
circo tragicómico nacional. Y sin embargo, el clientelismo es ahora la
verdadera ley electoral y de partidos políticos. Y sin embargo, se acercan cada
vez más las próximas elecciones sin que ‒hasta la fecha‒ nada ni nadie desplace
a ese par de esperpentos que han hundido al país en el hoyo en que se
encuentra. Y sin embargo, en los negocios de unos y otros, en estos días la
gente va y gasta sus “pobredólares”.
Las mayorías populares salvadoreñas en las navidades y los
años nuevos que se les vengan encima, por culpa de las chabacanerías
electoreras de ese par de absurdos dizque ideológicos, ¿deberán seguir aguantando hambre
y derramando sangre? ¿Deberá el pueblo seguir
paciente y complaciente, mientras la impunidad protege a tantos “intocables” de
ambos partidos que hoy viven hermanados en la corrupción?
Quiero desearle hoy al país una feliz navidad y un próspero
año nuevo, esperando esperanzado que eso se haga realidad mediante el despertar
de todos sus sectores conscientes decididos a desplazar ‒de una vez por todas‒
a quienes desde la guerra y durante la posguerra lo han mantenido hundido en la
mezquindad política y en una eterna crisis económica, que solo ha golpeado a
esas mayorías populares “clase medieras” y del todo desposeídas. De no ser así,
de no luchar por cambiar en serio, la gente seguirá intentado abandonarlo… De
dejarlo atrás en una especie de “sálvese quien pueda” casi nacional, para mejor
celebrar allá lejos estas fechas.
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