lunes, 27 de julio de 2015

De golpes y lobos, ¡líbranos señor!

Benjamín Cuéllar


Qué rápido pasa el tiempo, se dice. Cierto. Los días duran siempre las veinticuatro horas y las semanas los mismos invariables siete días, pero esa sensación de premura es cada vez más fuerte en un mundo donde los avances tecnológicos no tienen fin; sobre todo en los ámbitos de la información y la comunicación. Así, pues, el presente año ya ingresó a su segundo semestre como rayo y el siglo actual se encuentra a la mitad de su segunda década; la antigua guerrilla salvadoreña convertida en un partido político más desde hace un buen rato, está por cumplir los catorce meses de tener en sus manos –por segunda ocasión en seis años– las riendas del Órgano Ejecutivo. Y, allá a mayor distancia, se alcanza a ver el conflicto bélico que asoló al país y cuya final se acerca, aceleradamente, a cumplir las décadas y media de ocurrido.

Ese enfrentamiento fratricida, quizás, se hubiese evitado de haberse cumplido de la mejor forma posible los postulados de la “Proclama de la Fuerza Armada”, conocida públicamente el 15 de octubre de 1979 cuando se alzó en armas la llamada “juventud militar” y derrocó al Gobierno presidido por el general Carlos Humberto Romero. Ese fue el último golpe de Estado ocurrido en El Salvador. Pero hoy en día hay que precisar algo: el último sí, pero hasta la fecha. Porque de unos días para acá se escuchan voceros de Casa Presidencial y del partido oficial –el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)– anunciando un sedicioso y tenebroso plan enfilado a destituir a Salvador Sánchez Cerén.

Lo último aparece en un comunicado del FMLN, de fecha 18 de julio del año en curso. Plagado de “supuestos”, se dice que para tal fin la “derecha oligárquica partidariamente (sic) representada por ARENA” y “pequeños grupos de supuesta sociedad civil”, difunden rumores sobre supuestos atentados contra “la casona” –como se conoce donde despacha el mandatario– junto a supuestos “toques de queda” delincuenciales, supuestos indicios de una nueva tregua y supuestos ataques al “poder judicial”. Pero, más grave aún, se asegura que esas oscuras fuerzas diseminan –lo más ampliamente posible– mentiras tan descaradas y escandalosas como una supuesta corrupción en el país y la existencia de un supuesto Estado fallido.

Según el “Farabundo”, todo eso está orquestado con el apoyo de “temibles” alianzas de fuera aunque bien cercanas; a la par, para ser exactos. Según el citado texto oficial “efemelenista”, debe interpretarse que las recientes y masivas protestas chapinas y catrachas son fruto de intrigas como la que –a “fuego lento”– se está “cocinando” acá. El FMLN alerta y explica de qué se trata. “La población –sostiene– debe saber también que la derecha oligárquica tiene aliados externos que atentan contra la soberanía nacional, mediante su injerencia en nuestros asuntos internos. Quieren hacernos creer que lo que están haciendo en Guatemala y Honduras también lo pueden hacer en El Salvador, como por ejemplo imponer una Comisión Supranacional (Guatemala), golpe de Estado (Honduras) o movilizaciones para pedir la destitución del presidente (Guatemala)”. Fin de la cita.

Pero en lugar de aclarar las cosas, la exguerrilla deja sembradas serias interrogantes al menos entre quienes –más allá del “pensamiento único”– aún les funciona el pensamiento propio. Eso ocurre por la manipulación de conceptos y la tergiversación de visiones, ubicaciones y hasta pasiones dentro del espectro político e ideológico. Para el FMLN, la Comisión internacional contra la impunidad en Guatemala –la afamada CICIG– es “supranacional”; ello supone estar sobre el Gobierno chapín. Nada más falso.  


Es una entidad internacional independiente en su actuar pero trabajando de la mano con el Ministerio Público, la Policía Nacional Civil y otras instituciones estatales. Las apoya en la investigación y la persecución penal, limitada a ciertos casos emblemáticos, cuya autoría es atribuible a cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad; también secunda el desmantelamiento de esos grupos criminales. En última instancia, mediante la capacitación en el terreno con la intervención en experiencias concretas y exitosas, la CICIG busca fortalecer el sistema de justicia para que pueda por sí mismo seguir golpeándolos a futuro. Si el Gobierno del vecino país no lo solicita, la Asamblea General de las Naciones Unidas no puede renovarle su mandato; la existencia y permanencia de la CICIG en Guatemala es, pues, una decisión soberana.

Contar con un refuerzo internacional especializado para golpear la dizque “supuesta” corrupción en El Salvador y dejar capacidades nacionales instaladas para ello, ¿sería “injerencia externa” y parte de un “complot golpista” de la “derecha oligárquica” guanaca? ¡Por favor! Hay que aclarar, además, que la CICIG es una especie de “pie plano”: pisa parejo. No distingue ni condición social ni color político.

En el mencionado comunicado del FMLN, se habla de Honduras y se recuerda el último golpe de Estado allá. Ese hecho político sucedió hace ya más de seis años. Nefasto el mismo como también nefastas sus consecuencias. Pero el partido oficial salvadoreño se refiere al derrocamiento de Manuel Zelaya, en junio del 2009, como si hubiera ocurrido ayer. La muchedumbre en pie de lucha en la tierra de Morazán, en la actualidad no está reclamando el retorno del depuesto presidente. No, lo que exige la sociedad catracha es la erradicación de la impunidad y la corrupción. Nada más y nada menos. ¿Qué hay de malo en eso? ¡Al contrario!

Y, para colmo, quienes en algún momento se dijeron “revolucionarios” en El Salvador hoy aparecen rebosantes de indignación, rasgándose las vestiduras en defensa del general Otto Pérez Molina. Por lo menos eso se entiende. Ese alto oficial de la milicia guatemalteca, hoy presidente de la República, se encuentra en la soledad más evidente y en el desahucio político más patético. Por su trayectoria durante buena parte del conflicto interno chapín, Pérez Molina siempre fue acusado de haber sido uno de los perpetradores en el conflicto interno que devastó al hermano país. Sin embargo, para la dirigencia “efemelenista” la lucha que libra hoy en día ese pueblo vecino es un complot; una “maquiavélica” conspiración que pretende ser copiada por la “derecha oligárquica” salvadoreña, para deponer a Sánchez Cerén y dar marcha atrás a los logros del Gobierno heredero del “cambio”  y la “esperanza”,  además de ser promotor del “buen vivir”.  
  
“Tus ojos verán cosas extrañas”, dicen que dicen los proverbios bíblicos. Fuera del Partido Comunista, en octubre de 1979 los otros grupos que formaron luego el FMLN dijeron que el golpe de Estado era una maniobra del “imperialismo yanki” para evitar el “triunfo revolucionario”, como en julio de ese año acababa de pasar en Nicaragua. Con esa oposición y con la de una derecha oligárquica, tozuda, impresentable y sanguinaria de la época, tal gesta fue abortada por quienes estaban al servicio de la segunda: los “viejos zorros” de la alta oficialidad castrense.

Hoy en día, algo ha cambiado y no ha sido poco. Dentro del circo partidista electorero local, la izquierda no toca a los militares responsables de graves violaciones de derechos humanos en aquellos años, pero denuncia conjuras tendientes a consumar el delito de rebelión tipificado en el artículo 340 del Código Penal; mientras tanto, los voceros “areneros” niegan dichas conspiraciones y piden al Ministerio Público que investigue semejante acusación.

El domingo 21 de octubre de 1979, el beato Romero dijo: “Llamé, en concreto, a los dos extremismos. Al […] de derecha que ve sus privilegios en peligro y que puede dar un contragolpe […] para mantener la situación injusta, diciéndoles que tienen que oír la voz de la justicia y el reclamo de los pobres. También, me dirigí al extremismo de izquierda para decirles que su imprudencia, el no esperar a ver hechos antes de dar un juicio y, mucho más grave todavía, actuar. Una violencia en esa situación no es insurrección legítima, porque ya hay un camino abierto para una negociación pacífica. Y quien se obstina en no aceptar más camino que el que él concibe […] En este momento es un pecado grave contra el bien común, el no hacer un esfuerzo de madurez política y de reflexión para negociar con los otros el bien de la patria y no el interés de mi grupo”. 



Politicastros de este país, pues, aprendan del verdadero pastor. En lugar de seguir gritando “¡Ahí viene el lobo! ¡Ahí viene el lobo!” o de andar por ahí como “lobos con piel de oveja”, mejor trabajen en serio por erradicar el mal común que oprime a las mayorías populares. Si no, ya dejen de hacer estorbo.











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