No hablo de lo que cualquiera podría asumir con
simplicidad: puteadas y hasta golpes de por medio entre dos “viejas placeras”. Lo
último, mal usado, es “peroyativismo” barato y cómodo. “Viejas” son, entre las diversas
acepciones ofrecidas por los celadores del idioma, quienes merecen afecto e
inspiran confianza. “Viejo, mi querido viejo” cantó, por ejemplo, Piero. Y nadie
se ofendió. Es más, muchísima gente tarareó esa letra en algún “día del padre” y
‒cariñosamente o por costumbre‒ la entona al menos una vez al año durante esa
celebración. Y “placeras” son las personas, hombres y mujeres, que trabajan en
la plaza. No hay dónde perderse.
Aclarados esos términos, es necesario precisar algo
más. Por “pleito de mercados” debe entenderse, en esta oportunidad y para estos
fines, no las antes referidas peleas sino la “bajera” politiquería que le
recetan desde hace tanto a este “paisíto” quienes acordaron ‒veinticinco años
atrás‒ terminar su guerra en las trincheras para prolongarla en las urnas.
Cuánta razón tuvo el enorme Roque, irreverente y hasta hoy eternamente
atrevido, cuando afirmó que “deberían dar premios de
resistencia por ser salvadoreño”.
Pero, conste, no fue Roque quien motivó la redacción
del presente comentario. Fue otro grande de las letras también nacido en esta
sufrida tierra: Francisco Andrés Escobar, maestro de maestros. Hace nueve años,
el 2 de enero del 2009, La Prensa Gráfica le publicó un texto en el que se lee esto:
“Respecto del país, como ya entramos
al otro año, la cosa de las elecciones se va a ir poniendo cada vez más peluda.
Según las encuestas del 2008, la gente piensa que la campaña es sucia. Y es que
muchos políticos actúan como viejas placeras sacándose los trapos al sol. ¿Para
qué gastar tanto pisto en propaganda, digo yo, para ver y oír lo que ya
sabemos?”
Francisco, en el ocaso de los gobiernos centrales de
la derecha y la víspera del inicio de los de “izquierda”, sí echó mano del
imaginario popular en lo que toca al “pleito de mercados” entre mujeres
vendedoras. Ojo, también hay “viejos placeros” desde esa óptica violenta y
vulgar.
¿A qué viene todo esto? Tiene que ver con lo que
recientemente ocurrió en los municipios de Santa Tecla y Mejicanos; el primero
en manos de ARENA y el segundo en las de su supuesta antípoda: el FMLN. Enfrentamientos
entre las autoridades versus quienes intentan ganarse la vida vendiendo lo que
sea, dentro y fuera de esos espacio públicos para la compra y venta de
artículos de primera, segunda y hasta quién sabe qué necesidad.
Surgen explicaciones y acusaciones similares entre quienes
presumen estar “al servicio de la gente”, cuando son confrontados precisamente
por gente que reclama el derecho a ganarse la vida en un país donde ‒desde
siempre‒ las oportunidades para disfrutar un digno desarrollo humanos no se “venden en la tienda de la esquina”. Así diría “Aniceto
Porsisoca”, el célebre cómico salvadoreño fallecido hace casi veinticuatro
años.
Donde reina ARENA, esos conflictos son “estrategia
desestabilizadora” del rival; donde impera el FMLN, lo mismo pero al revés. Y
para meter relajo en busca de votos, “palabrean” ambos dinosaurios, su
contrario ocupa a las maras.
¿Qué dijo el “arenero” Roberto D’abuisson hace cerca
de un mes, cuando en el conflicto con vendedoras y vendedores del mercado ocurrieron
disturbios en la municipalidad a su cargo? Lo siguiente: “Personas
que están vinculadas con grupos irregulares, personas que están vinculadas al
crimen organizado y agrupaciones terroristas, han estado acá en Santa Tecla.
Eso me da la pauta de que ahí no hay vendedores; en ese desorden, ahí lo que
hay es venta de ilícitos y nosotros no (nos) vamos a prestar a eso”.
¿Qué dijo hace unos días el “efemelenista” Simón Paz, cuando
el relajo violento tuvo lugar en Mejicanos ‒el territorio que gobierna‒ y fue
incendiado parte del Mercado Zacamil? “Lo que ha pasado aquí
sale de la esfera legal, son actos vandálicos, terroristas. Yo no creo que los
vendedores puedan hacer ese tipo de actos”, fue lo que sostuvo.
Y se acercan las elecciones, por lo que pueden
extenderse los “fuegos politiqueros” en estas y otras comunas. ¡Ya déjense de
porquerías! “Los políticos ‒cito a Francisco, no el Papa sino al otro poeta‒ debieran
llevar una vida como la que dijo el padre en la misa de Navidad: austera, justa
y en obediencia a las leyes de Dios. Pero para estos el único Dios es el pisto,
el poder y las apariencias”. ¿Qué queda entonces? ¿Mandarlos a la…?
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