Benjamín Cuéllar
Ayer
miércoles 12 de octubre escuché en una entrevista a mi estimado amigo Roberto
Cañas, integrante del grupo negociador y firmante de los acuerdos que le
pusieron paro a la guerra salvadoreña; a esa cruenta y prolongada confrontación
bélica que asoló al país, oficialmente desde el 10 de enero de 1981 hasta el 16
de enero de 1992. Roberto fue protagonista de aquellas conversaciones siendo
miembro del FMLN histórico, ese que nació en octubre de 1980 y falleció a una
muy corta edad: ni siquiera había cumplido doce años, cuando se convirtió en la
politiquera maquinaria que es al día de hoy.
Ilustre
personaje este Roberto, al cual me quiero parecer cuando sea grande. Entre sus
muy bien confeccionadas y mediáticas pullas políticas, en esta ocasión soltó
una que se me antoja simpática y a la vez atinada: se refirió a la bipolaridad
del Gobierno actual y su partido, corriendo siempre el riesgo de ser etiquetado
como un “golpista suave” y hasta “delicado” por excelencia, traidor y aliado de
la “nauseabunda” Sala de lo Constitucional, vocero de la derecha oligárquica y “merolico”
del “enemigo”. Gajes del oficio de alguien con mucho oficio, que sigue siendo
coherente y consecuente con los ideales que lo llevaron a meterse en líos desde
sus épocas universitarias.
Cañas
no iba a hacer semejante señalamiento sin respaldo. Puso como ejemplo los
discursos “buscapleitos” ‒así lo ha dicho‒ que este sábado 8 de octubre
pronunciaran Medardo González, secretario general del hoy “duroblandito” FMLN;
de Norma Guevara, jefa de la burocrática fracción parlamentaria del mismo; y
del profesor Salvador Sánchez Cerén, el otrora “comandante Leonel González”, ahora
al frente de un país maltrecho por quienes ‒unos y otros‒ después del conflicto
armado se dedicaron precisamente a eso: a llevarlo a su ruina. Ya casi lo
logran.
Además
de las incendiarias arengas en la plaza pública, también defendieron el “nuevo
El Salvador” que dicen haber comenzado a construir desde la gestión del
“honesto” e “insigne” Mauricio Funes, a la fecha protegido por otro parecido a
él en Nicaragua. Parecido pero no igual; el de la tierra de Sandino, juega en las
“grandes ligas” de la corrupción y la impunidad.
Tras
tan “levantisco” acto, la noche del martes 11 el profesor irrumpió mediante una
“cadena nacional” de medios ‒ganándose la molestia de personas adictas a novelas y noticieros‒ para anunciar que el
país va viento en popa y nadie debería dudarlo; crece económicamente y casi
alcanza un sitial en el “primer mundo”. Solo hay un pequeño problema: no tiene
pisto, dinero, efectivo, liquidez… Se ha declarado en estado de emergencia, casi
toca fondo y quiere hacer las paces con quienes fueron el blanco de sus
virulentos ataques y los de sus “compas”, el pasado sábado 8 de octubre en la
plaza pública. Su mensaje en diez palabras: El Salvador está sano, pero padece
de un cáncer terminal.
Roberto
puso otro ejemplo de la manifiesta bipolaridad gubernamental. El “profe” fue
anfitrión del antiimperialista “Foro de Sao Paulo” y luego estuvo en Caracas,
donde hace unos días participó en la reunión de los “países no alineados”; de
ahí viajó a la capital del imperio, junto con sus colegas del “triángulo norte”
centroamericano a pedirle dólares al “archienemigo” de los “diablos rojos”
vernáculos.
Un
par de notorios voceros de estos últimos, se echaron una súbita “gira
artística” también a la capital del imperio. Su “misión”: limpiar el “buen
nombre” de uno de sus máximos jerarcas, “mancillado” por un político
estadounidense “gusano” y “contrarrevolucionario” radicado en Miami. Según el
“emblemático”, “didáctico” y formalmente máximo dirigente del FMLN ‒el antes
mencionado González‒ tal expedición fue un “éxito total”. Deberá repetirse las
veces que sean necesarias, cuando algún “gringo de pacotilla” ofenda la “pureza
ideológica y política” de un miembro del liderazgo “efemelenista”. Blandirán
sus nervios, otrora rebeldes, contra cualquier voz “enemiga” que ose criticar u
ofenderlo.
El diputado Roger Blandino Nerio, parte de esa
comitiva que visitó la capital estadounidense, días antes había censurado
acremente a la embajadora de aquel país en El Salvador. La acusó de ejercer presión sobre colegas de
la legislatura para que aprobaran el antejuicio del general José Atilio Benítez
Parada, quien enfrenta un señalamiento
fiscal por tráfico de armas y a quien el FMLN ha defendido “a capa y
espada”. “Los problemas de nuestro país son de los salvadoreños; ella que se
ocupe de sus cosas”, dijo Blandino Nerio refiriéndose a la diplomática Jane
Manes. “Aquí, a esta Asamblea ‒recalcó‒ ha estado llamando esta señora más de
una vez a fracciones”. Se asegura que en Washington, D. C., reiteró su queja.
Pero
vuelto a casa, le “corrigieron la plana”. De eso se encargó el canciller Hugo
Martínez, quien puso los puntos sobre las “íes”. “Si anda Nerio en Estados Unidos es
normal”, afirmó; luego agregó “que la política exterior la lleva el presidente
y el canciller”; esa es “la única opinión que cuenta en relaciones exteriores”,
remató. Y de esas, las que mantiene el Gobierno de Sánchez Cerén con el de su
colega Barack Obama “son sólidas y están en sus mejores momentos”, sentenció
Martínez.
Tras
ese “jalón de orejas” del canciller, Blandino Nerio y
compañía le bajaron volumen a la ya legendaria pero vetusta consigna:
“¡Yanquis, go home!” Para no “regarla” de nuevo, deberán aprenderse muy bien la
no tan nueva pero ‒hoy sí vigente‒ vigente en el Frente. No es difícil
pronunciarla; quizás pueda costar un poco tragarla y digerirla, pero se parece
a la anterior. Vamos, “repeat after me”: “¡Yanquis, welcome!”. Lo pueden hacer
con el puño izquierdo alzado. “Be happy, no problem”.
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