viernes, 14 de octubre de 2016

De la internacional a la transnacional

Benjamín Cuéllar

Ayer miércoles 12 de octubre escuché en una entrevista a mi estimado amigo Roberto Cañas, integrante del grupo negociador y firmante de los acuerdos que le pusieron paro a la guerra salvadoreña; a esa cruenta y prolongada confrontación bélica que asoló al país, oficialmente desde el 10 de enero de 1981 hasta el 16 de enero de 1992. Roberto fue protagonista de aquellas conversaciones siendo miembro del FMLN histórico, ese que nació en octubre de 1980 y falleció a una muy corta edad: ni siquiera había cumplido doce años, cuando se convirtió en la politiquera maquinaria que es al día de hoy.

Ilustre personaje este Roberto, al cual me quiero parecer cuando sea grande. Entre sus muy bien confeccionadas y mediáticas pullas políticas, en esta ocasión soltó una que se me antoja simpática y a la vez atinada: se refirió a la bipolaridad del Gobierno actual y su partido, corriendo siempre el riesgo de ser etiquetado como un “golpista suave” y hasta “delicado” por excelencia, traidor y aliado de la “nauseabunda” Sala de lo Constitucional, vocero de la derecha oligárquica y “merolico” del “enemigo”. Gajes del oficio de alguien con mucho oficio, que sigue siendo coherente y consecuente con los ideales que lo llevaron a meterse en líos desde sus épocas universitarias.

Cañas no iba a hacer semejante señalamiento sin respaldo. Puso como ejemplo los discursos “buscapleitos” ‒así lo ha dicho‒ que este sábado 8 de octubre pronunciaran Medardo González, secretario general del hoy “duroblandito” FMLN; de Norma Guevara, jefa de la burocrática fracción parlamentaria del mismo; y del profesor Salvador Sánchez Cerén, el otrora “comandante Leonel González”, ahora al frente de un país maltrecho por quienes ‒unos y otros‒ después del conflicto armado se dedicaron precisamente a eso: a llevarlo a su ruina. Ya casi lo logran.

Además de las incendiarias arengas en la plaza pública, también defendieron el “nuevo El Salvador” que dicen haber comenzado a construir desde la gestión del “honesto” e “insigne” Mauricio Funes, a la fecha protegido por otro parecido a él en Nicaragua. Parecido pero no igual; el de la tierra de Sandino, juega en las “grandes ligas” de la corrupción y la impunidad.


Tras tan “levantisco” acto, la noche del martes 11 el profesor irrumpió mediante una “cadena nacional” de medios ‒ganándose la molestia de personas adictas a  novelas y noticieros‒ para anunciar que el país va viento en popa y nadie debería dudarlo; crece económicamente y casi alcanza un sitial en el “primer mundo”. Solo hay un pequeño problema: no tiene pisto, dinero, efectivo, liquidez… Se ha declarado en estado de emergencia, casi toca fondo y quiere hacer las paces con quienes fueron el blanco de sus virulentos ataques y los de sus “compas”, el pasado sábado 8 de octubre en la plaza pública. Su mensaje en diez palabras: El Salvador está sano, pero padece de un cáncer terminal.

Roberto puso otro ejemplo de la manifiesta bipolaridad gubernamental. El “profe” fue anfitrión del antiimperialista “Foro de Sao Paulo” y luego estuvo en Caracas, donde hace unos días participó en la reunión de los “países no alineados”; de ahí viajó a la capital del imperio, junto con sus colegas del “triángulo norte” centroamericano a pedirle dólares al “archienemigo” de los “diablos rojos” vernáculos. 


Un par de notorios voceros de estos últimos, se echaron una súbita “gira artística” también a la capital del imperio. Su “misión”: limpiar el “buen nombre” de uno de sus máximos jerarcas, “mancillado” por un político estadounidense “gusano” y “contrarrevolucionario” radicado en Miami. Según el “emblemático”, “didáctico” y formalmente máximo dirigente del FMLN ‒el antes mencionado González‒ tal expedición fue un “éxito total”. Deberá repetirse las veces que sean necesarias, cuando algún “gringo de pacotilla” ofenda la “pureza ideológica y política” de un miembro del liderazgo “efemelenista”. Blandirán sus nervios, otrora rebeldes, contra cualquier voz “enemiga” que ose criticar u ofenderlo.

El diputado Roger Blandino Nerio, parte de esa comitiva que visitó la capital estadounidense, días antes había censurado acremente a la embajadora de aquel país en El Salvador. La acusó de ejercer presión sobre colegas de la legislatura para que aprobaran el antejuicio del general José Atilio Benítez Parada, quien enfrenta un señalamiento  fiscal por tráfico de armas y a quien el FMLN ha defendido “a capa y espada”. “Los problemas de nuestro país son de los salvadoreños; ella que se ocupe de sus cosas”, dijo Blandino Nerio refiriéndose a la diplomática Jane Manes. “Aquí, a esta Asamblea ‒recalcó‒ ha estado llamando esta señora más de una vez a fracciones”. Se asegura que en Washington, D. C., reiteró su queja.

Pero vuelto a casa, le “corrigieron la plana”. De eso se encargó el canciller Hugo Martínez, quien puso los puntos sobre las “íes”.  “Si anda Nerio en Estados Unidos es normal”, afirmó; luego agregó “que la política exterior la lleva el presidente y el canciller”; esa es “la única opinión que cuenta en relaciones exteriores”, remató. Y de esas, las que mantiene el Gobierno de Sánchez Cerén con el de su colega Barack Obama “son sólidas y están en sus mejores momentos”, sentenció Martínez.


Tras ese “jalón de orejas” del canciller, Blandino Nerio y compañía le bajaron volumen a la ya legendaria pero vetusta consigna: “¡Yanquis, go home!” Para no “regarla” de nuevo, deberán aprenderse muy bien la no tan nueva pero ‒hoy sí vigente‒ vigente en el Frente. No es difícil pronunciarla; quizás pueda costar un poco tragarla y digerirla, pero se parece a la anterior. Vamos, “repeat after me”: “¡Yanquis, welcome!”. Lo pueden hacer con el puño izquierdo alzado. “Be happy, no problem”.


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