Benjamín Cuéllar
El comandante Jeremías, combatiente del Ejército
Revolucionario del Pueblo desde antes de cumplir dieciocho años, no murió en el
fragor de los combates contra las fuerzas armadas gubernamentales. A lo largo
de la guerra salvadoreña finalizada al comenzar 1992, se salvó no solo una vez;
se salvó varias veces. Pero murió después, sí, parapetado en su curul. Ahí
renació Roger Blandino Nerio, como diputado de la exguerrilla. Era un ser
político desde que tomó las armas para combatir, con razón, a un régimen
autoritario que oprimía al pueblo. Pero, entregados fusiles e ideales tras los
acuerdos de la paz que negociaron con el Gobierno, pasó a ser un “un político
menos” –como dice aquel– y un politiquero más que de diputado mutó a alcalde
del municipio de Mejicanos entre el 2006 y el 2012, para luego volver en el 2015 a la Asamblea Legislativa.
Habló de “sectores de poder como la Fuerza Armada […]
más vinculados al pasado, que podría generar efectos desestabilizadores en el
país […] pareciera ser que el interés es meter ruido en este momento, poner
otra raja de leña a un incendio que se pretende desarrollar”. Luego pidió estar
alertas pues “una medida de ese tipo puede generar tensiones en la sociedad
salvadoreña y puede tener otras intenciones como la de querer afectar al
presidente Salvador, que si bien es cierto no tiene ningún señalamiento
especifico en el marco del proceso de los acuerdos de paz ni de la Comisión de la Verdad , algo especifico en
términos de señalamientos duros como los que existen sobre otros personajes,
pero no dejaría de ser un elemento para la desestabilización”.
Es corto el espacio para este comentario, aunque largo es el
atrevimiento del parlamentario que siguió desatado diciendo: “[A]sí como han
tenido veinte años de paciencia para no tocarla, porque hacerlo hoy cuando el
efecto de lo que hagan, sumado a que niegan los recursos para enfrentar la
violencia, sumado que ARENA niega los votos para combatir la delincuencia, pues
al final solo favorecería a los delincuentes”. Luego, le pidió a las víctimas
–así, sin más– seguir esperando quién sabe cuántos años más la derogatoria de
la amnistía. Mientras su partido en el Gobierno esté “golpeando” a las maras, “glorioso”,
no hay que “alborotar el panal” promoviendo golpes de Estado en su contra ahora
desde la Sala de
lo Constitucional, allá en la
Corte Suprema de Justicia.
“No es meternos
a discutir –siguió el palabrerío de Blandino Nerio– si la Fuerza Armada tuvo o
no tuvo, si un coronel o general tuvo o no tuvo responsabilidad. Para eso habrá
tiempo. Si ya pasaron veinte años y no les importó resolverlo, ¿por qué nos van
a meter ruido ahora que hemos agarrado un rumbo hacia la victoria frente a la
delincuencia? […] Miren, los que están soñando con golpe de Estado deberían de
recordar una cosa: este pueblo aprendió a defenderse y lo que bien se aprende
no se olvida […] Si alguien hoy quiere volver a la dictadura, pues yo debería
estar en la obligación de decir: ‘Señores tengan cuidado, esta no es una guerra
donde van a ver muertos solo de un lado’…”
Suficiente, no
más. Nada más hay un par de cosas que quedan por comentar sobre semejante prédica
barata. Lo primero: me declaro “golpista” porque mi firma es la primera que
calza la demanda de inconstitucionalidad contra la Ley de amnistía. Demanda que
elaboró, con alto profesionalismo, Pedro Martínez; ese es uno de sus tantos valiosos
aportes desde el IDHUCA a la causa de los derechos humanos. Hay que reconocerle
al buen Pedro haber “abogado” por su defensa durante tantos años y pedirle,
exigirle, que lo siga haciendo.
Lo segundo: esa
demanda fue presentada el 20 de marzo del 2013, fecha exacta en que se cumplían
veinte años de espera –¿a esos se refería Blandino Nerio?– para quitar del
camino esa infame retranca para la debida justicia a las víctimas y cobarde escudo
de impunidad para sus victimarios de uno y otro bando. Ese día ni siquiera
había iniciado oficialmente la campaña electoral, aunque el par de maquinarias
electoreras pedestres y desvergonzadas ya andaban violando la Constitución con una
insultante propaganda –por onerosa y bajera– a favor de sus candidatos
presidenciales. De ese par, a esas alturas, nadie sabía quién ganaría. Así que
la demanda no iba con dedicatoria ni contra el doctor ni contra el profesor.
Por ahí anda otro
incendiario excomandante guerrillero, ahora poderoso empresario además de alto
dirigente “efemelenista”, advirtiendo con “romperse la madre” si quieren
separar del cargo al profesor. Lo dijo antes de que su rojo colega descubriera
el supuesto “golpe” que se está fraguando en la Sala de lo Constitucional y que inició hace más
de tres años con la demanda presentada para anular o derogar la Ley de amnistía. Ya no sigan
abusando, creyendo que la gente es pen… denciera y que va a salir a la calle a pelearse
por atacar o defender un Gobierno que
nadie pretende botar.
Si no son serios, hagan las cosas bien. Tomen un curso
intensivo de humorismo de calidad. Agarren, para empezar, la película “Si yo
fuera diputado”; véanla y analícenla. Sobre todo cuando el “Chaplin mexicano”
–Cantinflas– define así la democracia: “Democracia mire usté, según la lengua
española traducida al castellano quiere decir ‘demos’, como quien dice ‘dimos’
y si ‘dimos’, con qué nos quedamos. Y ‘cracia’ viene siendo igual, porque no es
lo mismo don Próculo se va a las democracias, que demos ‘cracias’ que se va don
Próculo”. Piensen señores, no sigan
insultando la inteligencia de este noble pueblo. No vaya a ser que se vayan con
don Próculo y que, en lugar de “romperse la madre”, se “den en la…”