Benjamín Cuéllar
Décadas atrás, ese era un himno de las izquierdas latinoamericanas. Sí, himno y no canción. Ahora, es una realidad plena e indiscutible. ¡Todo cambia! Todo. Hasta el discurso y la práctica de la antigua insurgencia que en este país cantaba y quizás todavía canta –del “diente al labio”, probablemente– que no cambia su amor por más lejos que se encuentre, ni el recuerdo ni el dolor de su pueblo y de su gente. Sin más, remitámonos a tres pruebas. Una se produjo este lunes 19 de octubre, en la sede de
En la citada entidad regional, durante su 156 periodo de sesiones, hubo
una audiencia sobre desplazamiento forzado de población a causa de la violencia
criminal; otra sobre “mujeres privadas de libertad por emergencias obstétricas”.
En la primera, la delegación del Estado salvadoreño –administrado durante seis años y
cuatro meses por el partido que todavía se dice de “izquierda”– no aceptó la
existencia de dicho desplazamiento forzado. La gente no abandona sus viviendas y
huye desesperada, llena de pánico y desesperanzada por el asedio de las maras.
La versión oficial sostiene que es “movilidad humana” en busca de una ansiada “reunificación
familiar”.
En la otra audiencia, la principal agente estatal –antes
dirigente de una conocida organización feminista– cambió nacionalidad: se “hizo
la suiza”. De entrada, dirigiéndose a sus contrapartes y a las tres comisionadas
presentes dijo: “El Estado quizás, en primer orden, realiza una disculpa porque
realmente lo que traemos preparado no refiere a nada de lo que ustedes han
planteado, porque el documento que nosotras recibimos de parte de la CIDH hace referencia a la
situación particular de mujeres privadas de libertad”.
¡Oh, sorpresa! La petición de las organizaciones sociales para
comparecer en ese foro era clara, pero el Estado no entendió bien de qué se
trataba el asunto o se confundió de audiencia. Eso que afirmó la vocera
oficial, textual y de antología, fue inmediatamente refutado por la presidenta
de la Comisión
Interamericana , Rose
Marie Belle Antoine. Al final, la vocera oficial de nuevo trató de
justificar lo injustificable. En realidad, se quedó en un torpe intento por
evadir el debate sobre las mujeres condenadas a décadas de prisión, por delitos
inexistentes: abortos, homicidios agravados y homicidios agravados en grado de
tentativa.
La funcionaria salvadoreña terminó su intervención así:
“Si, no. Decir que El Salvador, bueno, tiene toda la disponibilidad –como lo ha
hecho a lo largo de estos años– de asistir a estas audiencias, de abrir un
diálogo siempre sincero ante toda circunstancia y que estamos en plena
disponibilidad de contestar por escrito a todas las interrogantes que se han
efectuado esta mañana”. Cierre, también de antología. No solo por la forma
sino, además, por el fondo. Nadie del Estado asistió el 16 de marzo del 2013 a otra audiencia, con
la presencia de las mismas comisionadas; casualmente el asunto a discutir
giraba entorno a derechos sexuales y reproductivos.
Sobre el combate a la impunidad, está más que clara la
posición del partido de Gobierno: no acepta que se cree una comisión
internacional encargada de contribuir a eso que –sin lugar a dudas– es una
deuda pendiente con las víctimas de antes, durante y después de la guerra. Ello,
sabiendo que de no hacerlo seguirán produciéndose más y más víctimas.
La férrea y furibunda negativa actual del “farabundo”,
solo es comparable con la férrea y arenosa negativa del partido de Gobierno en
1993. Ante una de las recomendaciones que la Comisión de la Verdad hizo también para
golpear ese muro, resultó evidente el rechazo “arenero”. Aceptó a
regañadientes, solo después de la fuerte presión ejercida mediante las
repetidas visitas al país por parte del secretario adjunto de la Organización de
Naciones Unidas, don Marrack Gouldin. Así nació el llamado Grupo conjunto para
la investigación de grupos armados ilegales con motivación política. Era de
esperarse tal aversión ante la pretensión de investigar, en serio, y
desmantelar los escuadrones de la muerte. Claro. El que nada debe, nada teme;
pero el que algo debe, tiene razón de temer y oponerse a cualquier riesgoso
escudriñamiento si es de verdad. Y entre más debe, más teme y se opone.
Las instituciones salvadoreñas funcionan, dicen sin
inmutarse. Por eso, rematan, no es necesaria una comisión internacional para
erradicar la impunidad o reducirla a su mínima expresión. Es más, al hablar de las
que integran el remedo de sistema interno, se llenan la boca diciendo que el
actual “fiscalón” –Luis Martínez– ha “hecho el esfuerzo necesario” y aseguran
que en la Fiscalía
ya es notoria su “capacidad investigativa”, lo
que “ha ayudado a que mejore la aplicación de la justicia en el país”. Eso
no lo dijo ningún derechista retrógrado y recalcitrante; es la posición de José
Luis Merino, alto dirigente “efemelenista”, quien agregó que por eso el partido
oficial está valorando la continuidad de Martínez.
Se acerca la “magna” asamblea general del partido de
“izquierda”. Quien sueñe con recrear en ese escenario la célebre obra de George
Orwell, publicada en 1945, andará más perdido que Adán en el día de la madre.
No habrá ninguna “rebelión en la granja”. Quizás, “un día primero Dios…”
Mientras tanto habrá que seguir entonando, ya no como himno ni como canción
sino como alabanza: “Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia
el modo de pensar, cambia todo en este mundo…” Tenía razón mi primo “Pikín”,
cuando escribió: “Contigo hay miles y miles que murieron, valiosos compañeros
que amaron de verdad. Contigo Silvia, los mejores ya partieron… Los que cayeron
por nuestra libertad”. Pero, como todo cambia, sin duda nacerán nuevas Silvias…