“¿Quién no se siente inseguro en nuestro
país?”, preguntó Mauricio Funes categórico y seguro –él sí– a la multitud en el
estadio “Cuscatlán” el 11 de noviembre del 2007. Violar la Constitución iniciando
de esa forma un adelantadísimo proselitismo electoral, no importaba. Estaba
naciendo la “esperanza” y venía el “cambio”. “El mes pasado –siguió el ungido–
cerró con una tasa promedio de diez homicidios por día. Para las autoridades de
seguridad pública, el que hoy se cometan dos o tres asesinatos menos al día de
los que se cometían hace tres años, es un éxito”. Así le
restregó a Antonio Saca su fracaso en la materia.
Dicho “Asocio” era “un enfoque innovador de
la cooperación bilateral que une a Estados Unidos y El Salvador, como socios en
la focalización de los esfuerzos para superar los obstáculos principales que
frenan el crecimiento económico de El Salvador”. Así lo definió, literalmente,
la embajada del país del norte. País al cual se refirió el profesor, en
noviembre del 2009, como el “imperio” derrotado por la exguerrilla con la
unidad de las izquierdas nacionales y latinoamericanas. Ese “imperio” tenía –sostuvo
entonces Sánchez Cerén– “una actitud desesperada de querer volver a rescatar su
presencia en el continente, pero la aspiración de los pueblos es querer caminar
hacia una ruta diferente”.
Duramente, Funes lo desautorizó así
de inmediato: “No solo no comparto esta visión, sino que no compromete en nada
al presidente de la
República. Él no puede comprometer en nada al Gobierno
salvadoreño”. Le caló hondo el “jalón de orejas”, porque en el citado discurso de hace dos años
el profesor ofreció su nueva visión del “imperio”. Ya no era la “encarnación
del mal”. Esa debía ser la conclusión, al menos, luego de escuchar sus
siguientes palabras: “Las relaciones
con Estados Unidos, donde viven dos millones de compatriotas, también son de
fundamental importancia y por eso vamos a profundizarlas en el campo económico
y social”. ¿Cuál “ruta diferente”?
‘
Y las remató con estas: “El ‘Asocio para el crecimiento’
representa un eficaz plan que le brinda a El Salvador más posibilidades de
hacer crecer su economía, reducir sus vulnerabilidades, disminuir la
inseguridad y generar mayor inclusión”. Dicho de otra forma: “Ave César,
quienes van a morir te saludan”… “Sos el único que puede salvar la situación
junto conmigo, Salvador, el que cumple”, como dice la atosigante y onerosa
publicidad oficial más reciente.
Parece que el mentado “Asocio” no funcionó porque
ahora van, él y sus colegas del “triángulo norte” centroamericano, a la capital
imperial –perdón, federal– estadounidense tras los millones de la “Alianza para
la prosperidad” a repartirse entre tres. No es la “Alianza para el progreso”.
¡No, por favor! Esa era una “perversa” estrategia del demócrata John F.
Kennedy, decían las izquierdas latinoamericanas, para evitar se repitiera en la
región una revolución como la cubana. La actual es una “genuina” iniciativa
impulsada por el también demócrata Barack Obama que –en palabras de Sánchez
Cerén– “complementa nuestras apuestas en
la búsqueda de elevar la dignidad humana de nuestros habitantes y una mayor
participación en el impulso del crecimiento sostenido”. ¡Vueltas que da la
vida!
Y
vueltas las de este comentario entre verdades de antaño escritas en piedra, por
años y años dogmas incontrovertibles, y realidades actuales dolorosamente
escritas con la sangre de la gente que siempre la ha derramado. Todo para
llegar a esto último, porque la seguridad sigue siendo –junto con la justicia
para las víctimas de la violencia de antes, durante y después de la guerra– el
derecho más violado en El Salvador. Bueno, hay que agregar el desarrollo humano
digno.
En
eso de la inseguridad palmaria, tienen que ver tanto los gobiernos de un lado
como del otro. Que no vengan los de ARENA a rasgarse las vestiduras, porque de
estas les sale una gran cola para que se las pisen. Pero que tampoco presuman
ni el actual ni su antecesor de cumplirle a la gente. Hay quien ha dicho que
esta ya percibe la “derrota estratégica” de la delincuencia; eso suena a
propaganda del calamitoso del Comité de Prensa de la Fuerza Armada –el
COPREFA– durante la pasada guerra. Sánchez Cerén, al final de su segundo año en
Casa Presidencial y del séptimo del FMLN, afirmó que las famosas “medidas
extraordinarias” tienen “un alto respaldo de la población, […] lo que ratifica que
vamos por la ruta correcta”.
Esa
es la “foto” del momento, tomada por las “encuestadoras”. Pero hay que recordar
lo que dijo Funes sobre la reducción de “homicidios”, en su discurso mencionado
antes. Entonces bajaron de diez a ocho o siete; hoy de veintitrés a trece o
diez. Habrá que ver las “impresiones”
futuras. Parafraseando el mensaje de este último hace nueve años, cuando lo invistieron
como candidato, ojalá reflejen una población que va al trabajo sin temor a ser
asesinada, que ya no vive en la zozobra diaria de que algo pueda ocurrirle.
Solo entonces podrá suponerse que la actual es la “ruta correcta”.
“Mientras eso no ocurra –dijo
Funes entonces– el fracaso es visible y la necesidad del cambio se acrecienta”.
El problema es que no hay alternativa de cambio. Ni siquiera en los discursos.
Al igual que antes, año tras año, el primero de junio siempre llegan a hablar
de “logros” a la
Asamblea Legislativa ; afuera, en su realidad, la gente tiene
que ver cómo escapa de los “ogros” que la acechan: inseguridad y violencia,
inequidad y desigualdad. Eso no es, para nada, un “buen vivir”.
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